jueves, 3 de junio de 2010

Dajla. Llegan los Héroes


Hoy es sábado uno de mayo, Día del Trabajador, también se celebra en el Sahara la jornada que recuerda la efemérides de los asalariados, con la particularidad de que en el desierto se trabaja por dinero, por muy poco dinero,  o por ocupar, sencillamente el caluroso tiempo. Estamos en la enorme jaima, con capacidad para más de cien personas, de la locutora de Río de Oro, la emisora que radia en Dajla, Fátima, la única locutora de este medio de comunicación, que desea entrevistar a los activistas, que a fecha de hoy, continúan su huelga de hambre en las cárceles saharauis.

Jaima engalanada para este día especial, luce mesas con pequeños refrigerios como son palomitas de maíz, dulces argelinos, gusanitos, zumos y agua. Todo un festín en esta tierra de nada. Flores y colonias dan más lustre a estas mesas mientras una veintena de mujeres se preparan para la fiesta, en la que no falta un grupo de rock, saharaui, para más señas. Fiesta doble porque por primera vez en este Festival de cine acuden 12 activistas saharauis de Derechos Humanos tras mantener un pulso a muerte con el régimen marroquí para que le permitiera sin represalias visitar la Sahara de refugiados. Son recibidos como héroes de guerra por la familia Tridarini que reúne entre hermanos, primos lejanos y más allegados a más de cien personas en esta jaima decorada para el festejo. La mayor parte de estos jóvenes conoce la dureza de las cárceles, y se recorren los campamentos de sus hermanos en el exilio para explicar la vida en el otro lado, maltratos, las violaciones que sufre el Sahara ocupado y lanzar el mensaje de resistencia recordando al mundo que se vive en un infierno.

Llegan los héroes, y las mujeres corren hacia la entrada con ese cántico ululante, les reciben con bandejas de dátiles, con abrazos y llantos.

Hanmall, es el más joven, tiene 23 años y estudia, en el Aaiún ocupado, relaciones públicas. Es un líder con estatura, casi dos metros de altura, que se quedan cortos o "como un enano", como humildemente indica, "cuando se compara con todos esos muertos con tanto dolor".

El joven activista ya tiene huellas en su piel de la tortura de su empecinamiento por un Sahara libre. Hace tres años, tras un viaje a los campamentos, fue secuestrado, torturado, desnudado, ninguneado por la policía marroquí y arrojado a 24 kilómetros del Aaiún, moribundo y escarmentado. Pero sigue enarbolando la bandera saharaui porque para él es natural "nacer para luchar y morir luchando".
Habla, y su limpia mirada se dirige hacia una joven a la que corteja porque está buscando novia, y parece que la cosa promete. Ella sonríe y cruza sus dedos haciendo la señal de la victoria, del Sahara libre.

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